viernes, octubre 07, 2005

Trova prosada

Trova prosada

Una mañana, una tarde, una noche, una madrugada... los días se suceden, dan vueltas, danzan. Con la sensibilidad al máximo, te parece que captas una melodía, como una límpida antena que recibe una débil señal. Es como un canto antiguo, o una condensación del presente, con una semilla de tema sugerido. La melodía suena en tu cabeza. Le das vueltas, la procesas, le vas articulando palabras, y las palabras le jalan los silencios, le recortan los sonidos. Melodía y letra se enfrentan, se enroscan, se funden. Toleras o redondeas las imperfecciones. La canción te salta, te mira, se ríe o llora. La guardas, le das tiempo, la dejas fermentar. A veces te das cuenta que ya existía y sólo estaba disfrazada. Otras veces se pudre a pesar de haberte embriagado. Y otras, continúa allí, líquida, cristalizándose y nutriéndolo todo. Ya está, puedes bajar sólo las radiantes, pero también las disfrazadas, las podridas... cada quién sabe hasta dónde se permite los mensajes.

Cancionas, cronicas. Es normal que otros vengan. Te miren, te rodeen, te den vueltas. Alguno levanta un índice y suelta un marbete. Te rotulan... ¿quién eres? ¿Cómo te atreves? Levantan tus temas, los examinan. "Por el fruto se conoce al árbol": trovador, cantautor, compositor, cancionista. Sólo estás vibrando. Y quizás otros también vibran. Sólo estás girando, y quizás otros también giran... sólo estás pensando, y quizás otros...

No es fácil comunicarse. A veces ni siquiera el eco te deja la impresión que algo dijiste. El auditorio puede estar totalmente lleno pero nunca tan vacío. No hay retorno, pero no es un desperfecto técnico sino personal. Hay quienes sólo vinieron a verte. Otros están callando al resto. Hay quienes vinieron a tragarse tus canciones para escupir sus huesos y decir que ya te oyeron. Tienes la esperanza que alguno o alguna escuche.

Luego se arman los foros. Se habla en varias direcciones. Se dispara como en las calles. Se mata, se muere. Se ama y se odia. Igual que en los pueblos. Los distintos no son tan distintos: alguien quiere gobernar, alguien sólo quiere que le hagan un lugar. Sube hasta lo alto una canción hecha para envenenar, para mentir. Baja a lo profundo una canción para estar tranquilo y sonriendo. Las balas van y vienen. Los elogios van y vienen. Está todo usual. Algo surge y luego se disipa.

Los narradores toman sus puestos. El público toma su puesto. Los protagonistas toman sus puestos. Algunos se ponen cintas en los ojos, en las bocas, en los oídos. La presentación termina, se forma un corro. Unos quieren saber qué dicen los demás para tomar partido. Si nadie se anima a decir nada, todos se retiran en silencio. Otros han puesto sus corazones y sus mentes, se han comunicado, se han hecho parte de lo sucedido: se han vuelto la verdadera historia de lo vivido. El círculo se cierra.

Y despiertas... y sólo tú sabes si estuviste adentro o miraste desde fuera.

Pedro Novoa

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